¿Qué nos indican las aves? 02/12/2019
Al margen de la fascinación que la humanidad ha sentido por las aves desde tiempos inmemoriales, su observación es de gran importancia para determinar el estado de conservación de nuestro planeta. Al actuar como excelentes bioindicadores, el aumento o disminución de sus efectivos nos advierte de la buena o mala salud de una zona determinada.
En un estudio llevado a cabo reciente en Norte América se ha comprobado que, desde 1970 hasta nuestros días, se han perdido casi 3.000.000.000 de aves —una de cada cuatro— lo que supone que su población en ese continente ha disminuido en un 30%. El grupo de aves más afectado por dicho declive es el de las especies ligadas a espacios agrícolas, seguido de los insectívoros aéreos (golondrinas y vencejos) y de las pequeñas aves migratorias.
Las causas principales de esta gravísima situación se atribuyen a: pérdida de hábitat, colisión contra edificios, impacto directo de gatos domésticos que campan a sus anchas fuera de sus viviendas, uso de pesticidas en agricultura y disminución de las poblaciones de insectos de los que se alimentan. En un contexto de emergencia climática como el actual, todos los factores anteriormente mencionados se ven de una forma u otra agravados.
Ante un panorama tan desolador la pregunta obvia seria ¿Está todo perdido? No, ni muchísimo menos. Existen una serie de acciones sencillas que podemos adoptar para salvar a las aves, tanto a nivel particular como en el trabajo.
1- Eliminar las trampas para aves en nuestra instalación. Por ejemplo, evitando impactos en ventanas con adhesivos anticolisiones. Si en la instalación donde estás se producen incidencias de este tipo ponlo en conocimiento del responsable para que se tomen las medidas oportunas. Los responsables de biodiversidad de Suez lo asesorarán para eliminar esos impactos.
2- Mantener nuestros gatos dentro de casa. En la instalación es preferible evitar su presencia o, en su defecto, ponerles un cascabel que advierta a las aves de sus movimientos.
3- Incorporar áreas con plantas autóctonas que den frutos o bayas comestibles, dejar zonas de hierba con una frecuencia de siega menor para permitir que florezcan las plantas y granen, aumentando así la biodiversidad.
4- Eliminar el uso de pesticidas y apostar por una alimentación basada en productos ecológicos la producción de los cuales no incluya su uso.
5- Reducir el uso de plásticos. El 91% de los plásticos no se reciclan y tardan más de 400 años en degradarse.
6- Observar aves y compartir nuestras observaciones en plataformas de ciencia ciudadana como BiObserva.
Estas pequeñas acciones, realizadas por muchos, pueden tener un gran impacto en la conservación de las aves y de paso en la de nuestra propia especie.